El descontento de los representantes fue creciente, ya que se los dejó fuera del proceso de negociación. A diferencia de las Naciones Unidas, donde las reuniones están abiertas a cualquier delegación que desee introducir enmiendas, en la CMJ se informó a los representantes que las reuniones eran a puertas cerradas y que debían presentar enmiendas por escrito al «comité de redacción», constituido por un puñado de países.
Aunque algunas delegaciones intentaron cumplir con este requisito, la tensión fue en aumento, porque no pudieron localizar al comité de redacción para presentar sus propuestas. Los voluntarios de la conferencia debieron ingeniárselas para dar con la sala donde los redactores estaban recluidos.
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