Pero volvamos al principio, el título de este artículo, me pregunto: ¿es admisible?, a la luz de la verdad revelada, a la que hemos hecho referencia, aceptar como una condición ineludible, que tanto el hombre como la mujer, que pretendan seguir una vocación religiosa, tengan que hacer votos de abstención sexual, renunciando a los atributos que Dios les ha dado el momento de su creación? La vocación sacerdotal, es excluyente de la práctica sexual? Me pregunto una y mil veces: ¿por qué?
El sacerdote, tiene un pene y la monja sin lugar a dudas, una vagina, por lo tanto el sacerdote y la monja, aunque en la soledad de su claustro, naturalmente tienen, aunque lo nieguen, algún tipo de estímulos sexuales, la intensidad de estos estímulos es algo que cada uno lo sabe en lo profundo de su intimidad, mucho se ha hablado sobre la sumisión de los deseos de la carne, de cinturones de castidad, de autoflagelación, de azotes, ayunos prolongados, dolorosas penitencias, etc. estas prácticas suelen llevar trastornos severos de conducta, de comportamiento masoquista, se podrá intentar revestir la libido de santidad, cuidar las formas exteriores, pero nada puede ocultar ocultar.
La iglesia ha asumido una actitud francamente hostil, hacia cualquier tipo de expresión homosexual, se presiona abiertamente a los gobiernos del mundo, para que éstos los nieguen derechos y representatividad, para que los corten espacios, en un vano intento de pretender tapar el sol con las manos, como si fueran inquisidores medievales que mediante la condena y el terror, imponen su sacrílega voluntad.
La homosexualidad no es una conducta aberrante, es una opción, una forma de expresar su sexualidad, sin permitir la represión de sus impulsos y preferencias, en cambio, las conductas sexuales, practicada por una parte conocida, la punta del iceberg, los sacerdotes católicos en todo el mundo, sí es una aberración, la pedofilia, es una aberración, no puede considerarse, en absoluto, un simple desliz, una falta leve, que se sanciona con imponer al infractor rezar Veinte avemarías y diez padres nuestros, es una conducta, señores miembros del clero, aberrante, porque se practica sobre seres indefensos, violentados en cuerpo y espíritu, quienes la practican, son victimarios y víctimas al mismo tiempo, escoria clerical, que no se limpia, con una simple disculpa.
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